viernes, 20 de mayo de 2011

Mujer cavernícola

Diego H se sincera
"Las carmelitas descalzas me cambiaron"
Diego H, otrora considerado por la prensa especializada como el más rústico jugador de Lufthansa, hoy llora como una niña cada vez que un rival le traba la pelotita.
"Cuando me empezaron a decir que me parecía a Messi, tomé conciencia de mi problema", reconoció el "Cavernícola", evocando el partido en que fuera expulsado a los 18 segundos de ingresado, al igual que Lío en su fallido debut frente a Hungría. "Evidentemente algo raro estaba pasando como para que me compararan con un jugador habilidoso. Nunca me había pasado en mi vida", continuó.
"Ahí fue cuando comencé terapia para tratar de resolver mi Síndrome de Increpación Arbitral Compulsiva", contó H. "El psicoanalista, en un primer momento, intentó abordar mi problema a partir de mi desenfrenado impulso a tratar a los árbitros de Papá y buscó relacionarlo con el Complejo de Edipo. Pero el tratamiento se tornó caro e infructuoso. Entonces decidí recurrir a las Carmelitas Descalzas", se sinceró el cuasi criminal centrocampista lufthanseano, "y las Carmelitas me cambiaron la vida".
"Con ellas aprendí a controlar mis impulsos violentos y a respetar a la autoridad", declaró. "Además, en el coro de carmelitas pude cambiar mi bozarron amenazador por un registro de barítono que conmueve a los árbitros, simulando el llanto de una nena. Por eso, en los últimos torneos se pudo apreciar una importante baja en mi recolección de tarjetas amarillas", dijo Diego, y le recomendó el mismo tratamiento al Terminator Ale Bibu, "para ver si puede dejar de quedarse con el prestigioso premio torneo tras torneo", chicaneó.
"Claro que hoy en día algunos me acusan de haberme pasado para el otro lado", añadió el Dr. H, "tengo que reconocer que ponerme a llorar como una nena cada vez que me traban la pelota puede ser visto como un efecto adverso del tratamiento con las Carmelitas. Pero teniendo en cuenta de dónde venía, no me puedo quejar. Prefiero seguir llorando todos los partidos y que mis compañeros me carguen, a seguir cargándome de amarillas y perderme la mitad de los partidos por Acumulación", concluyó el enemigo del balón.
Se nota que hoy es otro, si bien a la pelota la sigue tratando con la misma rusticidad de antaño, de la boca para afuera está cambiado. Antes era un hombre de las cavernas. Hoy, es toda una carmelita descalza.

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